Cuando el viejo Bao termine de hablar, podrás regresar a casa en tu Maybach, y el alcalde te hará sentar en el centro de la mesa. La prima que nunca has conocido aún recuerda que no comes cebollas ni jengibre; el tío levantará su copa y querrá ver tu expresión, después de todo, te ha visto crecer. Tener un Maybach también significa perder algo: la inferioridad. Puedes no tener educación, porque el Maybach hablará por ti.
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